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Mar 08
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Reseña literaria: The way of tenderness (El camino de la ternura)

The way of tenderness: despertar a través de la raza, la sexualidad y el género

Reseña de Christine Heming

Como mujer blanca heterosexual a veces tengo la sensación de que relacionarme con la diversidad, particularmente la raza, la sexualidad y el género es como atravesar un campo de minas… cómo ser inclusiva, cómo decir lo correcto y cómo me siento respecto a todo ello. Al mismo tiempo cuento con preciosas enseñanzas del dharma sobre la valentía, la compasión y la sabiduría. En esta joya de librito, The way of tenderness: despertar a través de la raza, la sexualidad y el género (Wisdom Publications), Zenju Earthlyn Manuel salva esas realidades en apariencia diferentes, llevando a la lectora a un viaje tierno por el despertar de las distorsiones que produce discriminación y opresión en la “multiplicidad en la unidad”.

La reverenda Zenju Earthlyn Manuel es profesora orientadora en Still Breathing Meditation Community (Comunidad de meditación Aún respiramos) de East Oakland (California, EE.UU).  Como mujer negra y lesbiana habla desde su experiencia directa: perspectivas conquistadas duramente en su viaje a través de la rabia y el odio a sí misma hacia la ternura completa. Estas perspectivas se aplican a todo el mundo independientemente de lo que caracterice su materialización física porque “todas participamos en la raza, la sexualidad y el género. Todas estamos clasificadas en una raza, un sexo, una clase, etc.”. Manuel nos invita a “mirar justo donde estamos para encontrar la sabiduría atemporal en nuestras luchas de raza, sexualidad y género” porque “no son simples etiquetas o categorías, sino que implican experiencias tangibles vividas por cada una de nosotras”.

Como individuos y como sociedad, todos hemos internalizado los juicios heredados de abusos pasados que dicen que algunos grupos de personas son superiores y otros inferiores.

Quienes son considerados inferiores y diferentes a la cultura dominante provocan miedo, y el miedo lleva a la opresión. Manuel nos dice que esa opresión es una distorsión de nuestra auténtica naturaleza y que nos desconecta de la tierra y a unos de otros.

En medio de su dolor y sufrimiento Manuel sintió un profundo anhelo de totalidad y de conexión y, en lo más hondo, sabía que esa había sido siempre su auténtica naturaleza. Su despertar espiritual llegó “al cruzar la entrada en llamas de la participación en el sufrimiento relacionado con la raza, la sexualidad y el género”. Deja claro que el despertar espiritual no es una experiencia que trasciende este mundo o que elimina el sufrimiento. Más bien se encuentra en el cuerpo que habitamos, ese cuerpo que vive con las etiquetas por categorías que nos dan otros. Desde su propia experiencia dice: “el cuerpo que habito ha experimentado casi todas las categorías de odio que existen en este sociedad”.

Despertar a través de la raza, la sexualidad y el género es mirar profundamente el sufrimiento y la alegría y no quedar prisionera de ninguna de los dos, “examinarnos intensamente a nosotras mismas” y saber que somos seres complejos, que no solo estamos llenos de dolor y rabia sino también de totalidad y bienestar. La historia personal de Manuel ejemplifica el sentido más profundo de hacerse amiga de una misma.

Pero este examen profundo también se aplica a la sociedad. Manuel escribe “una sociedad que no se examina a sí misma no es una sociedad iluminada”. Del mismo modo que no podemos mirar a otro lado para buscar nuestra iluminación, la sociedad no puede encontrar alivio en otra parte. Somos sociedad y somos los únicos que podemos de verdad transformar el miedo y la opresión que ejercemos sobre los demás en compasión y conexión. Manuel nos dice que debemos confiar en la totalidad de nuestra naturaleza y nuestra interrelación, tanto en su multiplicidad como en su unidad.

La “multiplicidad en la unidad” expresa nuestra interrelación, nuestra afinidad. Por un lado todas tenemos la misma naturaleza, todas tenemos bondad fundamental, por ejemplo. Esa naturaleza no puede alterarse, mermarse o corromperse. Es inexpresable y solo podemos conocerla a través de la experiencia directa. Pero esa naturaleza de bondad se manifiesta o expresa con formas y encarnaciones muy distintas. En este sentido, la raza, la sexualidad y el género son manifestaciones colectivas y no situaciones individuales o puntos de vista sobre la vida. La raza, la sexualidad y el género abarcan a todo el mundo, y reconocer esto es la base de la transformación tanto personal como de la sociedad.

Manuel va aún más lejos al decir que somos parte de la naturaleza. Nuestros cuerpos son parte del mundo natural. Ese mundo es un mundo de formas diversas, y cada una contribuye a la totalidad. Y lo mismo ocurre con los seres humanos: todos formamos parte de la naturaleza y su diversidad. ¿Queremos ver un bosque con un único tipo de árbol?

En Shambhala enseñamos que el guerrero y la guerrera renuncian a cualquier cosa que suponga una barrera entre una misma y el otro. En nuestra sociedad y en nuestras comunidades de dharma, las diferencias en nuestra encarnación física (diferencias de raza, sexualidad y género) son con frecuencia barreras que nos desconectan a unas de otras en vez de ser fuentes de ternura. Es alentador ver que nuestra comunidad shambhaliana empieza a reconocer esas realidades y a examinar nuestra cultura, porque incluso nuestras enseñanzas del dharma pueden convertirse en una barrera para personas distintas a nosotras.

Cuando Zenju Earthlyn Manuel empezó a involucrarse en la comunidad budista zen, percibió una expectativa no formulada de que la espiritualidad trascendiera las nociones de raza, sexualidad, género y en general todas las demás manifestaciones. Las identidades son una ilusión y había que soltarlas. Se daba por hecho que la verdad absoluta, la verdad del vacío, era lo auténtico. Solo necesitamos comprender esta última verdad respecto a nuestra naturaleza para iluminarnos. Para estar seguras es necesario darnos cuenta de esta “unidad”, pero Manuel deja claro que “unidad” no es “semejanza”, y ahí es donde podemos perdernos. Así es como hacemos la vista gorda a la “multiplicidad” y al sufrimiento inherente, único y personal de las personas que tienen manifestaciones diferentes a la generalidad de la comunidad del dharma

Manuel también reconoce el gran beneficio de los santuarios de la sangha. Su experiencia inicial con el budismo zen fue a través de un grupo santuario de personas de color. Eso resultó crucial para entrar en el camino del dharma y de la ternura, y finalmente en la comunidad zen en su totalidad.

Los padres de Zenju Earthlyn Manuel eran de Luisiana, y tenían la costumbre sureña de saludar con una inclinación de cabeza o, en el caso de los hombres, tocándose el ala del sombrero al cruzarse con cualquier persona, incluso desconocidas, y ellas devolvían el saludo. Al decir hola de esta manera se hace saber a la gente que la has visto, que no ves su cara sino su vida. Todo el mundo hacía este gesto en medio de un ambiente de discriminación y agresión. En ese momento se ignoraban las diferencias percibidas y se intercambiaba algo humano.

El camino de la ternura puede definirse como este reconocimiento, reconocer y honrar completamente toda vida con el cuerpo y el corazón. Manuel describe este reconocimiento como una inclinación interior, un profundo y mudo asentimiento a todo el mundo. Qué práctica tan sencilla y al mismo tiempo tan potente para remplazar nuestra vacilación, miedo e incomodidad cuando nos encontramos con alguien diferente a nosotras.

Al escribir este libro, Manuel quería “salir completamente de la caja de todo lo que ya se ha dicho sobre raza, sexualidad y género”, de los análisis políticos, sociales y psicológicos y también del lenguaje y los conceptos budistas. Lo hace con valentía y con gran ternura. No hay culpabilidad ni vergüenza. Hay una ternura completa hacia todos nosotros. Y al mismo tiempo se muestra abierta y clara respecto al daño que ha experimentado y el impacto que ha tenido en su vida.

Este libro es una rodaja de puro dharma y un ejemplo vivo del camino del guerrero. Está muy bien escrito, y la ternura de Zenju Earthlyn Manuel emana de cada página. Estén donde estén en el camino de superar la división y la discriminación, El camino de la ternura le enriquecerá y le iluminará.

Pueden encontrar este libro, en inglés, Wisdom Publications aquí.

Christine Heming colabora regularmente con Shambhala Times. Desde hace más de 40 años es instructora de meditación y profesora de buddhadharma. Fue estudiante de Chogyam Trungpa Rimpoché y, a petición suya, se trasladó con su familia a Nueva Escocia en 1982 para ayudar a crear un centro de dharma en Halifax. Hace unos 25 años se mudó de Halifax al valle de Annapolis y fundó el Grupo Shambhala de Annapolis. Ha completado el retiro de tres años de la tradición budista kagyu. Le encanta la jardinería, leer y dar largos paseos por las playas de Nueva Escocia. Vive con su marido, Gregory Heming, y con su perro Norbu en una granja de Port Royal (Nueva Escocia, Canadá).

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